Por Juan Valle
Con la aparición de Von, Laura Rosales viene a integrar una buena lista de poetas jóvenes (Wilver Moreno, Karina Valcárcel, Diego Lazarte, John Martínez, Mario Morquencho, etc.) que tras frecuentes presentaciones itinerantes llegaron a hacerse, unos en mayor medida que otros, de la empatía y seguimiento de un público más allá de los pequeños circuitos hasta llegar irremediablemente, debido a su trabajo constante y su perfil bajo, a captar la mirada de la crítica. Lo que a continuación presentaremos, será también una revisión de lo que creemos son algunas de las ideas planteadas por la autora.
Yendo
propiamente al poemario, se vislumbran en sus páginas la apuesta por una
postura irreconciliable con la realidad, con ello, el hablante lírico va
formando poco a poco un entramado de figuras e imágenes a lo largo de los
poemas.
La
estructura dividida en tres partes: “Estancias del ensueño”, “Jardín interior” y” Patio de espejos”, nos muestra, en la sucesión de los poemas, una constante a cerca de la definición de sus posturas. En la primera parte, los poemas tratan de ser manejados cada uno con
un hilo conductor y sin tratar de perderse, pero a su vez contienen figuras
sencillas que no exigen difíciles
vinculaciones referenciales, en “Contemplando una fotografía de F.A”: “Veo tu
corazón componer música”; en “Chopin”: “montaña criptada por la niebla”; en “Ultramar”:
“celebra junto al mar/ la libertad de las gaviotas” e incluso poemas que revelan rápidamente su
contenido como es el caso de “Celdas”: “y solo el deseo de la soledad/ de
lamer el espíritu de los espejos […]
todos nuestros yo atrapados/ en estas
estructuras”. Los puntos a favor en este primer apartado son las entradas que
brinda a través de los poemas-homenajes “Pizarnik”, “Chopin” y “Hokusai”, en
ellos, no hay sólo la evocación sino la
intención de amoldarse a la perspectiva que se tiene de estos personajes en “Pizarnik”: “porque vienes a mí/ por la
senda equivocada/ de castillos destruidos/ muñecas degolladas/ y libélulas
sordas; en “Chopin”: “!Luz de
estruendo misterioso/ abre paso a lo negro!”; en “Hokusai”: “tintero triste/ ahogado/ en hermosura”; con estos poemas (solo una
muestra) logra afianzar y dar por sentado la naturaleza de los poemas que
seguirán ya que, como afirmamos en un primer momento, ésta se alimenta en la necesidad de adherirse a
planos que escapan a la realidad y lo racional para irse a una predominancia de
los sentimientos, la introspección y el ensimismamiento.
En
“Jardín interior”, la segunda parte, los
poemas tienen por título el primer verso; en ellos, se logra revelar de mejor
forma una actitud que podría ir más allá de las posturas que aparecen de forma
inicial (que bien podría ser, por ejemplo, de género: “Beber de mi propia
leche”) para dar la sentencia de una
actitud poética (“ser todo/lo que inventa/ mi mano”). Además, se nota un buen
mantenimiento de las metáforas (“De niña me enamoré/ de un pájaro muerto”) a la
vez que, a pesar de ser sencilla, muestra una mayor solidez a nivel estructural
además de un inicio y final contundente. Hay una preferencia, en buena parte,
por lo escueto, los versos, por ser cortos, son mejor trabajados, siendo esta
brevedad en la que el yo lírico parece fluir con mayor naturalidad. A pesar de
esto, se presentan también algunos
errores como el de la ampliación
empalagosa de los símiles que no termina de convencer (“como el espanto de los
niños/ que no azulan sus caparazones,/ que no elevan sus brazos/ para tocar
libélulas cantoras/ sobre el ventanal del mundo,/ sobre las sombras de los hombres y los hombres”). Cabe resaltar,
también, que como estructura hay una mayor apuesta por la forma, a través de la
cual, a pesar de su variado registro, se observa una mayor preocupación por la
construcción de ésta (basta el ejemplo
de la presencia de un poema en prosa). Así, mal que bien, este segmento del
poemario exhibe una mejor y más elaborada construcción si lo comparamos con el
resto del poemario.
El
tercer y último apartado sería, entonces, una prolongación más afinada del
segundo, aunque no por eso mejor lograda. En esta parte continuaría el interés
por lo obnubilado, lo retraído, lo ensimismado que guía finalmente al hablante
lírico (en el poema I: “Ella escala la aurora al descubierto/ Ella conoce los
sonidos de las sombras […] (preferiría no tener ojos)”). Reafirmándose, así, lo
evidenciado en poemas anteriores donde aparece un hablante lírico que prescinde
de aspectos que puedan o deseen someterlo a la realidad, a lo corpóreo y a todo
aquello que pueda traerle la idea de esto, siendo, así, rechazado y, más aún, tratado
con escepticismo, tal y como es evidenciado en los poemas “XII”: “Al primer
grito/comenzó mi silencio.”; en el poema “XIII”: “Tejo los agujeros de mi
pecho/donde busco goce en la memoria.”; el poema V: “Mi cuerpo es solo un cuerpo”; etc.
Finalizando,
podríamos decir que el poemario de Laura Rosales plantea de por sí una mirada
mucho más personal y definida gracias a las lecturas que se hacen evidentes en
los primeros poemas. Su línea, despejada poco a poco a lo largo del poemario se
enmarca en la definición de una actitud poética que apuesta por la interioridad
y los espacios de la memoria sin valerse de figuras exacerbadas ni rimbombantes
sino con un lenguaje sencillo y, por ello, más simpático y hasta enternecedor,
lo que garantiza la expectativa de futuras publicaciones.
Honestamente pensé que le iban a echar flores y que se iban a empachar en adulaciones, pero me equivoqué. El reseñador ha sido crítico y honesto en juzgar el poemario. Ahora, ya es cosa del lector si decide contradecir al reseñador y para eso se necesita leer el susodicho poemario.
ResponderEliminarLa conclusión es muy optimista en relación a tu análisis. Leyendo el artículo, me da una idea acerca de la necesidad de leer el poemario.
ResponderEliminarPara Dennis, sí, esperaba ser objetivo, pero que quede claro que en ningún momento he tratado de desmerercer el poemario, he notado ciertos errores que cualquier texto primerizo podría poseer, pero en general creo que es un texto que no tiene por qué pasar desapercibido.
ResponderEliminarPara Mirella, no esperaba condicionarte tan negativamente, a pesar que resalto las virtudes del poemario que saben sostenerse más allá de unas falencias. Te invito a leerlo para que puedas encontrar una lectura propia (yo podría prestarte el libro, si deseas)Saludos.